sábado, 14 de febrero de 2009

FEBRERO 14


El calor era insoportable tras dos días de intensas garúas, incesantes y con ganas de inundar toda la ciudad. Esperaba el colectivo de siempre con destino a la universidad, era ciclo verano en ese tiempo, exactamente un 14 de febrero, estaba más ansioso que de costumbre y extrañamente nervioso como un pretendiente indeciso por la primera cita.

Subió raudamente sin saber exactamente por donde iban sus pasos, busco rápidamente un asiento y deposito su humanidad para al fin sentarse descansado de tantos nervios, el calor aumentaba y las gotas de sudor iban cayendo lentamente por su frente un poco pronunciada.

Tras un corto trayecto ya acostumbrado para sus ojos llegó a la entrada de su centro de estudios, abrumado por el aire con un peso extraño y un aroma que nunca pudo descifrar. Vestía un pantalón jeans moderno que le quedaba justo para reasaltar sus curvas masculinas y su trasero muy bien formado que era observado por él frente al espejo, tenia un polo con mangas cortas que le quedaba muy bien, era de un corte sexy y con puntos transparentes, un modelo muy casual, encima una camisa color turquesa que lo llenaba de misterio y de seducción, y unos zapatos color vainilla que eran el broche de oro, junto a una correa John Holden color marrón.

Se acercó velozmente a ese grupo de amigos que ya lo veían venir desde lejos con sus aires un poco soberbios pero ellos sabían que en el fondo él era buena persona, buen amigo y confidente.

Hablo con ellos un corto tiempo, el cual fue suficiente para alegrarse un poco más el día, entretenerse y hacer buena espera para el plato de fondo, su enamorada, aquella que estaba en pleno examen de física, un curso que le traía muchos dolores de cabeza pero el cual seguía con esmero, con un ahínco poco visto en los héroes, ella lo tenia.

De pronto giró la mirada y vio una figura que ya era conocida, tocada y sentida, pero la cual siempre los sorprendía y calmaba sus ansias de querer comerse el mundo buscándola, de querer matar palomas con la mirada, de querer respirar mas rápido, de querer adelantar los relojes y achicar los espacios, era ella su bella amada, una chica de dieciocho años que tenia toda una vida por delante, era linda y muy sociable, a veces mucho para su gusto, llevaba una falda jeans color azul, mostrando sus piernas de azúcar y su dulzura, unas sandalias veraniegas color mostaza y una blusa roja que reflejaba la alegría de ese día tan especial.

Se saludaron como nunca, mostrando a todos los presentes su alegría compartida y las ganas de besarse, las ganas de abrazarse y de querer gritar al mundo un eterno amor incomparable, el aroma se volvió mas digerible y el aire mas liviano, la atmosfera se torno poco densa y todos flotaron en su mundo, el tiempo se detuvo y el sol sólo los miró a ellos, los ilumino con esos grandes rayos que eran los brazos de Dios, la sonrisa del cielo y la luz de sus almas.

Juntos de la mano salieron a la calle caminando en su burbuja llenos de inocencia, tocándose, muy felices de estar juntos, planeando un itinerario que nunca pudo ser planeado antes, eyaculando ideas, alternativas y sobre todo ganas de pasarla de maravilla, pues los dos estaban juntos y eso sólo bastaba para que el día sea de lo mejor.

En un distrito vecino sus almas llegaron, un establecimiento los esperaba, se instalaron en una meza en el lugar más fresco de aquella cebicheria, extenuados del trayecto y con un hambre que no les daba tregua ordenaron lo común.

Hablaron de todo un poco, cosas serias, de importancia y también cosas triviales, conversaron de diferencias, pensamientos encontrados y actitudes desagradables, mostraron sus quejas, sus demandas y emociones, pidieron excusas, ideas y razones, resultados y soluciones para ser mejor cada día, para hacer que esto crezca y se haga más resistente al paso del tiempo y a todo enemigo. Llegaron al punto de una discusión, tal vez exagerando un poco en llamarla así, mas bien fue una diferencia, mientras salían ya desde el restaurante, aun se reflejaba en ellos una guerra fría. En la calle se amistaron, era una batalla más, las cuales no podían ni tenían la fuerza para rasgar aunque sea un poco esa relación que cada día se iba haciendo más resistente, con todas muestras, corporales, sexuales y detalles.

Caminaron largo tiempo hablando de todo un poco, pasando por un cine, conocido para ellos, era un punto de reunión para relajarse de tanto ajetreo académico, para tomarse un tiempo para ellos y no caer en la rutina, decidieron ver una película. Con su casta de zorro viejo, él decidió por ambos y tomo la opción de la película de terror, el clásico Thriller que muestra matanzas, tal vez inapropiado para un día dulce pero quería aprovechar aquellos momentos en las cuales las damas no pueden ver las escenas violentas para albergarla en sus brazos y mirar toda la películas abrazándola, teniéndola recostada en su pecho, es que era un pillo el hombre, era su pillo.

Sedientos aun por el pescado, a pesar de haber tomado refrescantes bebidas, abandonaron el cine bajo una inmensa noche, que los resguardaba, que les cubría con su manto y que los velaba con una sonrisa de oreja a oreja, es que todo era especial, los pavimentos eran césped, las paredes arbustos y todo era un paraíso que albergaba bien su felicidad.

Llegaron a su casa, el siempre fue responsable con ella, atinado y prudente, demostraba su interés y preocupación, y le ponía unas ganas que ella amaba, entonces recordó y tocó la medallita que le regaló ella, en el inicio de su tarde de alegría, era una cadenita plateada con un dije que llevaba la Z, aquel comienzo de un nombre especial, del nombre de la vida, de la esencia, con una fecha incomparable, el inicio de la felicidad. La miro extasiado y le dio un beso corto, tierno, seguro y confiado de su amor, de su mutuo respeto, la miro a los ojos, aquellos ojos de lince que eran su perdición y esbozando una sonrisa le dijo te amo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario