martes, 27 de enero de 2009

EL AMOR ES COMO EL CÓLERA


Sentado frente a una computadora, aquella que había tomado como herramienta principal para plasmar sus pensamientos, ideas, sentimientos y experiencias de vida, allí frente a esa caja interactiva que le iluminaba el rostro con su luz impactante e intensa, solía escribir mucho, sobre las cosas que no podía tener ya guardadas dentro de su ser, de su alma, ya el cuerpo era un limite para expresar lo que sentía y para dar a conocer lo que lo martirizaba.

Postrado en esa silla, no por incapacidad sino por su propio deseo de escribir, de alcanzar un catarsis literario, escribía sobre lo que lo acongojaba, lo raro es que mentalmente el sabia que esas cosas no debían afectarlo, pues ya había obtenido muchas pruebas de su amor, muchos actos de pasión, ternura y sobre todo de un sentimiento incomparable. Pero el tenia algo guardado, algo que lo mortificaba, lo desesperaba, algo que lentamente como el veneno más letal sobre la tierra iba acabando con su vida, es que eso no podría ser posible, pero antagónicamente a lo mental, existía muy marcado en él lo pasional, lo sentimental, pues de manera contraria esas ideas que traían desesperación eran fulminantes.

Era tanta la necesidad de estar junto a ella, que ya no dormía, no comía a veces, hubieron oportunidades en que las tazas de café estaban junto a el, que pareciera que su deseo era reemplazar a aquellos besos no ejecutados por la culpa de la distancia, de las responsabilidades, su único deseo era desahogarse escribiendo y escribiendo, transmitiendo sus pasiones, sentimientos y emociones, experiencias vividas como si quisiera revivir momentos con ella solo contando sus historias.

Su literatura ya se había convertido en algo que su centro era solo ella, escribía por ella, escribía para ella, y sobre todo sin ella, pues los días parecían meses, años, eternidades sin que este a su lado, sin recibir ninguna caricia, beso, aliento, a los que ya se había acostumbrado. En varias oportunidades su madre, una mujer ya entrada en años, pero muy joven de alma y vivaz, lloraba en su habitación indignada y preocupada por su hijo, se preguntaba que le estaría pasando, y sobre todo en ningún momento se le paso por la cabeza que se trataba de algo especial, es más, creía que estaba enfermo.

Hubo un tiempo en el que empeoraba abruptamente, cuando no escribía, desesperado su estomago se balanceaba y de la nada vomitaba, sus espasmos eran incontrolables, no era ningún demonio, ningún espíritu el que lo poseía, era el amor. Lloraba y lloraba por noches enteras, sus ojos ya no resistían el peso de las lagrimas que lentamente se iban rasgando, sangrando y marchitando, sus bellos ojos como le decía que los tenía, aquella chica dulce e inmaculada.

Es que, ¡cómo no era posible morir sin verla?, cuando todos sabían como era, era un lirio en el verde pasto, una amapola bella y risueña, era la brisa de verano, era el amanecer en un triste pueblo, era el sol de medio día en la antártica, era el amor verdadero.

Se aparto de toda conexión social, dejo a sus amistades, vecinos y enemigos, solo se absorbió dentro de su burbuja en el cual el agua eran los recuerdos de aquella mujer y el aire era el alma perdida que llevaba, solo así se iba cada vez menguando más y desapareciendo de todo sentido de ubicación para los demás, estaba desapareciendo.

Nadie podía ayudarlo, solo había una esperanza, el verla, y como no era posible su única salida era sufrir haciendo todo esto, es que el ya había alcanzado un record de sufrimiento, esto ya no se podría llamar masoquismo, era algo sobrenatural, algo que ningún humano común y corriente podría soportar.

Ya sin energías, deshidratado y sobre todo delirante y moribundo, con una sed tan similar a la del desierto, se dejaba caer súbitamente de aquella silla que era su único soporte, entonces recordó lo que un día le dijo una amiga, de las cuales ya se había distanciado también, una que era algo parecida a él, que definitivamente no tenia la vida prestada, fue cuando escucho su voz de nuevo y cerrando los ojos, dando un ultimo aliento escuchó: “el amor es como el cólera”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario