martes, 27 de enero de 2009

TONTO PRESUMIDO


Entonces sintió de nuevo ese dolor sobre sus sienes, como si la atmósfera fuera de un hierro derretido, era el peso del desamor, un desamor que él mismo eligió, tal vez cegado por un espeso deseo de jugar y seguir jugando como juega un niño con su regalo de navidad, pero al final un juego, así era el dolor sobre si mismo, como puñales sobre la parte más débil de nuestro cuerpo, tan parecido al frío del más cruel invierno que hasta el alma ya la sufre, así, masoquista cruel de su destino, eligió sufrir en vano, teniendo, al contrario, la puerta de la salvación eterna del amor, uno que podría ser suyo, que ya era suyo.

Así era aquel joven, un gran sabio en estos problemas del amor, pero al mismo tiempo era un gran tonto, uno que de flor en flor, llegaba al más infinito deseo de libertad, pero que al final seguía tan oculto, preso de su jamás concretada búsqueda, el amor verdadero, jactancioso cisne en estos menesteres, dotado de un gran poder abismal de palabras, cruel sabio de poesía, pero al mismo tiempo absurdo, vacío, sólo lleno de una pasión incesante por querer tener más y más.

Fue pensando en todo eso cuando se dio cuenta de lo que hizo mal, cuando percató su graso error, cuando confirmo que era más fácil para él tener el corazón caliente que la cabeza fría, buscaba algo que parecía inalcanzable pero al final lo intentaba por diferentes caminos, por diferentes motivos, por querer ya vivir el amor en plenitud, por querer experimentarlo en toda fase, como si se tratara de algo que se va fugazmente, apresurado por saber como era, así estaba él, hasta que de pronto lo encontró.

Antes de caer en aquel vació infinito de un desamor profundamente experimentado, tuvo en sus manos algo tan preciado como el don de volar, como el aire para respirar, así era lo que tenía, una flor de cuidado diario, como las más tierna y delicada rosa, que evitando el fango debía proteger con sus caricias matutinas, besos nocturnos y roces de madrugada.

Lo encontró de sorpresa, algo nuevo para él, antagónicamente nunca experimentado, lo encontró como ladrón en su casa, así, inesperado, cuando se rendía a seguir buscando, porque ya estaba acostumbrado a decir lo que no sentía, a querer lo que no quería solo para aparentar y seguir teniendo potestad sobre aquella flor dulce que se entregaba poco a poco, pero ahora era distinto, era especial, incomparable, incomprensible, increíble.

Así recordando le vinieron nuevas sensaciones, mezclas de felicidad, porque al final los recuerdos, viejos cajones mentales, son vividos de nuevo, pero también sensaciones de desesperación, arrepentimiento, como un impotente ambiente putrefacto que él mismo inventó. Echado en su cama, débil ya, sin esperanzas de recobrarlo, resignado a haberlo perdido y rindiéndose a toda sensación inesperada se echó a dormir, cansado de lamentarse.

Entonces se vio tirado otra vez en su cama, pero extrañamente se vio desde fuera, como adimensional, como si hubiera pasado a una dimensión paralela, tanto que se veía allí, pero no podía tocar absolutamente nada, no podía despertar, se vio durmiendo, descansado al fin de todo mal que podría aquejarlo, de todo mal que él mismo sembró.

Luego se resignó a coger físicamente algo en su habitación, se rindió como se rindió para volver a amar en serio, así decidió bajar al primer nivel de aquella casa, extrañamente no estaba asustado, confiaba en su instinto, algo le decía que lo esperaba con ansias en aquel jardín, lleno de flores hermosas, tan hermoso era la parcela herbácea que Babilonia era un gran puñado de envidia, así él se dirigió a la parte de afuera, respirando una atmósfera de plenitud, un templado ambiente idóneo para cualquier camping, así se sintió, lleno de alegría y una extraña sensación de saciedad que nunca antes experimentó, era algo nuevo para él, como perder la castidad tal vez, una sensación que lo llevaba al infinito, lo hizo conocer el universo completamente y tal vez ser omnipresente, al ver que se encontraba en todas partes de la casa, era como el espíritu de esa morada, solo pero feliz.

Fue cuando volvió el rostro y encontró un bello árbol, muy fuerte, tal ves un viejo roble, pero algo diferente, uno que era el centro de atención, el centro de todo, entonces recordó su ego antes de enamorarse de verdad, pero ya no le hacia sentir la misma sensación de impotencia, pero viendo aquel poderoso árbol, tanto como un titán, se dio cuenta que se alimentaba muy bien de todas las demás plantas, a costa de ellas, siendo al final un parasito de aquel jardín, pero cómo podría serlo si se veía bello al final, algo increíble pero cierto.

Acercándose más a aquel ejemplar nunca antes visto se atrevió a verlo de cerca y notó que a pesar de ser muy bien alimentado, no tenía una sustancia necesaria para vivir más, era como si no tuviera la esencia o tal vez la estaba perdiendo, por ser tanto el centro de todo ese bello jardín. Entonces todo se nubló, ese cielo hermoso como poseído por un espíritu maligno se volvió arisco, tormentoso, cargado de una putrefacción tan insoportable que no podía ya respirar, cuando ya se decidió a entrar a la casa, noto que la tierra se tragaba al viejo árbol, y comprobó entonces que lo hacia porque había perdido aquella esencia que noto que faltaba, tal vez es porque no se le cuido adecuadamente, y fue entonces que se sintió culpable porque el sabia como hacerlo, fue una impotencia y un arrepentimiento como la de su vida terrenal, fue como haberse transportado al pasado de nuevo y haber recordado lagrima tras lagrima todo lo que paso por haber descuidado el bello amor que obtuvo.

Al terminar la tierra de tragarse el viejo recuerdo del amor, el viejo árbol de su jardín, decidió no cometer el mismo error y entonces sembró algo mucho más simple pero al mismo tiempo más difícil de cuidar, una bella rosa que a pesar de ser pequeña y tal ves de poca importancia que dar, era más bella y tierna, fue cuando se sintió feliz de todo esto, de lo nuevo que hizo, y volvió a su habitación encontrándose de nuevo con su cuerpo inerte.

Fue entonces cuando despertó ya sin tener ningún dolor en las sienes, ya sin sufrir ningún ardor dentro de él, era todo diferente, ya no existía aquella atmósfera hedionda que se colaba por la ventana entreabierta y que lo envolvía en la depresión que no lo dejaba vivir en paz, como cemento en su cabeza. Ya no era así, la pesadez se convirtió en una calma eterna, y fue cuando descubrió que aquella rosa renacida de aquella muerte que él mismo causó era mejor, entonces se paró de repente, caminó y volvió a vivir.


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