martes, 27 de enero de 2009

NIÑO HOMBRE


Luego abrió la llave del agua caliente, que bien se siente-pensó-cada vez más extasiado por esa calma que le brindaba la fuente de vida que corría por toda su piel, lavándolo, limpiándolo de algo que hizo en la noche anterior pero que lamentablemente él no podía recordar, así se sentía, como flotando sobre ese pedazo de cemento y baldosas al cual recurría para poder calmar esas sensaciones interminables, infinitas, de impurezas y mucho más.

Entonces cogió el jabón, su fiel compañero, corregidor de todos los males de su piel, fiel escudero de su protección, así apreciaba él todas las cosas de su cuidado diario, del mantenimiento de su orgullo, se consideraba hermoso, todo un galán, pero algo vació porque hasta ese momento no podía gozar de su habilidad de varón, por su corta edad, era como un rey sin corona, como algo que servía tanto pero al cual aún no lo estrenaban.

Aumentó la potencia de aquella catarata en miniatura de agua templada a sus deseos, mientras que el vapor, suave y escurridizo elemento de aquel baño cubría toda la faz de la habitación, empañándolo todo, siendo el amo y señor de toda nitidez, venciéndola al final. De pronto termino de ducharse, que deliciosa ducha-pensó-, tan gratificante, como si fuera una gran retribución para una batalla muy bien rendida, pero hasta ahora no recordaba lo que había pasado la noche anterior, llenándose de inquietud porque ya se le agotaba la paciencia, y él sabía que esa no era una de sus virtudes.

Con la palma de su mano, cómo un hachazo certero al cortar la leña para calentar las almas que sufren por un crudo invierno, quitó restos de aquella nube de éxtasis que se estaba disipando pero que aún era el amo y señor de toda la habitación, y logró aclarar el reflejo de aquel espejo que lo acompaño desde que nació. Se vio cara a cara con su otro yo, una persona tan idéntica a él que era copia exacta, como dos llaves echas por el mismo cerrajero, por la misma lima, como dos células que eran producto de la bipartición de una anterior.

Orgulloso de su otro yo, y mirándolo detalladamente sonrió coqueto, como agradeciendo el trabajo de sus padres, así era él de egocéntrico, tanto que el narcisismo por él debería cambiarse de nombre, entonces notó que una serie de incrustaciones de un material fino, negro, como finas hojas de sábila, pero de un color oscuro emergían de su interior, justo por debajo de aquel triángulo del cual era la única área de la que se avergonzaba, del cual maldecía en cada momento, como si fuera un estigma que iba de generación en generación.

Entonces cogió la navaja y de inmediato renació aquel doble matemático que él tenía dentro, del cual estaba orgulloso, para variar, hizo entonces un movimiento certero para coger la espuma de afeitar, un elemento que él consideraba uno de los más importantes de aquel cuidado personal que mantenía a rajatabla desde que tenía memoria y se lo esparció por debajo de su nariz, fue cuando al instante de otro movimiento tan bien calculado, como matemático que era, se iba pasando la navaja por casi todo el rostro, midiendo absolutamente todo, era como ir dibujando toda una serie de figuras en el plano cartesiano, al final un tema apasionante para él.


Terminando todo lo de rutina, luego de enjuagarse con un agua tan pura de la que sólo era digno el mismo Dios, tomó el gran paño limpio y envolvió sus tan preciadas caderas para salir de aquel cuarto favorito, porque era tan limpio, tan cuidadoso que a veces todos se extrañaban y hasta se preocupaban. Entonces entreabriendo la puerta miro aquel viejo reloj que indicaba una hora poco aceptable, increíble, porque él nunca llegaba tarde a la escuela, una que era muy estricta con los horarios, entonces salió tan rápido como el primer rayo de toda una tormenta colosal, de una que pasaría ala historia.

Llegó a su habitación y se comenzó a vestir tan rápido que podía haber retado a la velocidad de la luz, que podía haber inventado una fórmula matemática para hacer dudar al mismo Einsten, fue cuando se topó con esos deseos locos de saber, de averiguar, de recordar de una vez por todas lo que pasó aquella noche anterior, aquel recuerdo que empezó a llegar parcialmente y muy veloz, entonces le vino una sensación de confusión y de terror, tal vez porque quería saber que había hecho hace sólo seis horas, pero al no saber qué, se sentía con angustia, con preocupación de no tener por seguro que habría hecho, tal vez algo malo.

Fue cuando bajó tembloroso las escaleras rebuscando por todos los rincones de su parte sustancial, de su mente, de aquel sistema que lo hacia presenciar todo lo que pasaba en el cruel mundo en que vivía, pero al cual le era indiferente.

Fue cuando tropezó por lo atolondrado de su descenso golpeándose suavemente la mollera con un muro que atravesaba esa escalera, que siempre esquivaba pero que hoy por la distracción no pudo ver, y fue entonces cuando una luz fugas le atravesó la mente y le hizo ver imagines que lo sorprendieron mucho pero que buscaba ver desde que se levantó aquel día luego de la noche tan pesada que tuvo, entonces esbozó una pícara sonrisa y se dijo así mismo: al fin llené el vacío que sentía, y se marchó alegre a tomar el desayuno.




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